Noviembre suena cuando le doy al play con el pulgar y espero impaciente a que la flecha blanca se complete antes de despegar.
Noviembre suena en silencio porque en el subsuelo no llegan las líneas verticales y sólo quedan agujeros dentro de agujeros vacíos de personas que miran poco, y algunas que leen mucho.
Noviembre sopla con el aire de octubre creando olas sutiles en el caldo insípido que tengo preparado para cenar a las cinco de la tarde nada más llegar del colegio. He oído que es un downfall en vez de un otoño, pero quizá haya algo de verdad en las hojas que no soportan más las gotas y caen con gracia y dulzura para cubrir raíces de repente gélidas.
En noviembre ha habido luna llena pero yo no la he visto.
Con cinco años los niños de mi clase aprendían a leer con un libro sobre la luna, pero yo ya había leído las historias en verano, y como la luna de tacones amarillos, labios rojos perfilados y pendientes colgando no me transmitía mucha confianza, decidí no mirar al cielo por las noches.
En la cama del piso de Utiel mi madre se sentó en la esquina y me contó que la luna tenía dos caras, y que si la miraba cuando era redonda y blanca - o amarilla - podía incluso llegar a verle los ojos y la boca. Me lo dijo porque yo no creía que la luna del libro del cole fuera una luna de verdad. Y esa noche soñé con una luna que me llamaba tenazmente y lanzaba una escalera para llevarme con ella al planeta de los libros cuyas historias ya había leído y los niños de mi clase no entendían.
La luna llena de noviembre no me ha lanzado la escalera de madera, porque aprendí mi lección de no mirar a la luna cuando era grande y redonda porque a la luna no se le mira, la luna te encuentra.
No se si será la luna de noviembre, mi influencia escorpiana según una carta natal desmenuzada que analizo en internet, o la resaca emocional que llevo arrastrando desde septiembre.
No sé si será la luna, o que he estado cinco días en la cama esforzándome para no mirar al cielo porque los ojos me ardían vaticinando un fin anticipado y un anticiclón transformador.
Llevo unos días escuchando letras que antes sólo oía, retratando lugares donde he sido y estado al mismo tiempo, y he hilado visceralmente tejidos de anhelos alquitranados.
Empieza noviembre y noviembre acaba.
Es otoño y casi es invierno. Es pasado y casi ya mañana. Lexemas en morfemas.
Versos, estrofas y canciones. Canciones que me canta la luna de las mil caras, descalza y preparada para bajar por la escalera.
Pero a la luna no se le busca.
La luna, te encuentra.